lunes, abril 14, 2008

El BAFICI te canta las cuarenta



El deseo natural del hombre de festejar con los suyos es una necesidad tan atávica como vital. Es así que cada año celebramos nuestro natalicio, buscando rodearnos de aquellos que sabemos nos quieren bien. Fue así que en este onomástico, que da la casualidad, cierra un número tan redondo como omnioso, no resistí la tentación de dejar estas tierras patagónicas y encarar un camino de regreso eventual al seno mismo del primer hogar, en busca del calor entrañable de esos seres que hacen que todo cobre nuevamente sentido.
Así que mis cuarenta, por apenas tres días, me encontraron brindando en la ciudad luz junto a esas copas que rebozaban burbujas, sonrisas y amor. Nada mejor para ahuyentar los fantasmas de una edad media que comienza, peligrosamente, a derrapar hacia una edad madura.
Pero este viaje, si se quiere, casi iniciatico, también tuvo la bondad de coincidir con mi viejo querido, y por estos días vapuleado, Bafici. Ya pasó una decada de aquella primera vez y él también comienza a andar un sendero de madurez.
Y fue así que compartiendo cartel con los festejos y las celebraciones, pude hacer algunos huecos para poder escaparme y disfrutar de ese goce solitario en la oscuridad de los cines del Abasto.
Cuatro huecos...
Up the Jangtze, una de las dos orientales que me permití este año, me contó la tragedia de còmo el progreso se come a los descastados y marginados. Aún cuando corran tratando de seguir el ritmo de los tiempos, el agua inexorable terminará, literalmente, inundando sus vidas. O, en palabras sencillas, cómo el crecimiento de unos significa la derrota final de otros. En China construirán la mayor represa del mundo, pero no todos podrán disfrutar de su esplendor. Terrible final para las miradas sensibles.
Joya, me resulta muy dificil ser objetivo al hablar del primer protagónico de Jenny Goldstein. Jenny es uno de aquellos mojones que abandoné en Buenos Aires y que me gusta recuperar, al menos por unos minutos, cuando visito el puerto del Plata. Película uruguaya, que no podría ser de otro lado. Algunos de los mejores diálogos que he escuchado, algunos borrones fotográficos en algunos pasajes, dos actuaciones que llegan profundo y un guión que se pierde detràs de las palabras y las imágenes. Si pueden, no se la pierdan, mucho menos a Jenny.
Shadow of sand, la otra oriental, el primer e individual gran bodoque, el infantable clavo que me como en cada festival. Eso pasa por creerle a los que escriben los catálogos y la falta de tiempo para investigar. Leí: "sin artilugios artificiales, una excelente historia de fantasmas japonesa..." Y, bueno, no fui el único. No habría que dejar que los muchachos orientales tengan acceso al material fílmico vencido, por un lado porque las emanasiones les hacen muy mal a sus aspiraciones artisticas y por otro porque las películas con tanto grano, subidas de 8 mm a 35 mm me rompe, entre otras cosas, las retinas.
Y por último, y a modo de resarcimiento definitivo con el cine independiente y la confirmación definitiva que voy a seguir bregando por estar en cada nueva edición, The man of London de Bela Tarr. Este húngaro logró con esta película en blanco y negro, que cuenta una noche y un día en un puerto de Francia, poder unificar a Eisenstein y a Hitchcock en un abrazo de claros oscuros, planos secuencia, trenes y asesinatos. Dos horas veinte que habían amenazado con sellar inexorablemente mi siesta en las butacas del Hoyts 12 del Abasto, pero que, todo lo contrario, lograron que pueda decir que me encanta el cine de Europa, que me encanta el cine de Hungría, que me encanta el cine de Bela Tarr. Y pensar que aùn existen los que afirman que las tomas largas distraen la atención...
Y así pasó el fin de semana, apenas tres días que se transformaron en elásticos minutos de regocijo. ¿Qué más se puede pedir para festejar los cuarenta? Amigos, buen cine, champagne y trasnoche.
O como Chelo, Vero, Chris, Ana, Sabri, Andy y, por supuesto, vos, que me regalaron el más maravilloso de los regalos.

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1 Comentarios:

Blogger Naty dijo...

Todavía no fui... lo tengo pendiente. Sin embargo, yo debo recoemdar ir al Malba, carrera obliga.

Ahora, Don Bruche... nada de avisarle a los Salieris, no??

Pssss...

1:34 a. m.  

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