¿Tu teléfono saca fotos?

Hoy tuve una visión, que todos, ¡pero todos, eh!, viajabamos a Marruecos y montábamos en camellos comiendo exóticas comidas. Cada argentino conocía el mundo y recorría cada camino. Y que éramos felices y que todo iba bien. Fue un buen sueño.
El otro día un compañero de trabajo me mostró su nuevo celular. Ya no recuerdo de qué marca ni compañía era, nunca fui muy bueno para retener ese tipo de datos. Soy de los que se bajan de un taxi y a la pregunta, “¿viste qué cómodo era ese Peugeot?” mi respuesta segura es un “¿era un Peugeot, ni idea?. Pero esto no lo digo por un afán de hacerme el interesante, ¡qué tipo cool por dió!, no, nada que ver, lo mío es puro desbole. Si bien me considero una persona medianamente culta, medianamente inteligente y, a veces, atenta a los detalles, con las marcas y las fechas soy un desastre. ¿Cumplió años Gabriela? ¿Cómo, no cumplía en abril? Pero ese es otro tema.
Lo que quería contarles es que el otro día este muchacho, pongámosle Pablo, para no herir susceptibilidades, me mostró ese cosito negro, que por poco te servía capuchinos con medialunas. “Mirá, saca fotos de 1024x768, tiene quichicientos megarecontra píxeles, guarda una guía completa Capital-Gran Buenos Aires en la agenda, tiene para reproducir sinfonías cuadrafónicas y videos en cuatro dimensiones, cinco si le haces un upgrade...” Y yo con cara de “para qué mierda querés todo eso, chaboooooooón” pero sonriendo gentilmente (a veces me sorprendo a mi mismo, qué cararrota, señor) y diciendo un comedido, “Mirá vos, che, qué barbaridad”.
Hasta ahí todo bien, es una charla totalmente intrascendente en cualquier oficina intrascendente, y que no le interesaría un cuerno a nadie, ni siquiera a mí mismo que estaba ahí. Entonces, Bruche, para qué mierda venís a contárnosla a nosotros. Paren la moto, que ya viene la justificación literaria.
Si yo les dijera que mi joven compañero era un yupie (uhhhh, qué loco, no usaba esta palabra desde los ochenta) o un entrepeneur (y está, desde los noventa, ¿cómo carajos se llaman ahora?) también carecería de cualquier interés. Pero no, señores, mi compañerito es un chico de unos veintipico de años, que vive en uno de los barrios más humildes de Madryn, en una vivienda más humilde aún, acompañado sólo de una madre divorciada y maestra, a la cual le acaban de diagnosticar no sé que balurdo en el balero y que la tienen que tener dopada el 80% del tiempo. Un muchacho que gana menos de una luca por mes y que este lunes pidió un préstamo de unas tres lucas para poder mandar a su madre a Buenos Aires a hacerse nuevos estudios, pero tiene nuevo celular, un celular negro, chiquito y que tiene la cadorcha de megapíxeles...
Ya lo dijo Tarantino, vivimos tiempos violentos, pero no hace falta ver sangre para recibir en plena cara la agresión diaria de este país de mierda. Porque podemos enojarnos con este pobre chico, y decirle que ese celular de setecientos pesos es la peor boludez que podría haber comprado, pero no sé si es tan así. Todo pasa por nuestros sueños.
Uno, en la comodidad de esta clase media, clase media alta, o como cadorna la llamen los señores sociólogos, se sienta y empieza a delirar sobre qué quiere de esta vida, y habrá los que sueñen con tener su propia casa, o los que programen un viaje a Europa, o los más sensatos que se metan ilusionados en un plan de ahorro previo para el primer autito... Sueños que nos representarán poder decir que hemos logrado algo en nuestra vida. Sueños materiales, no me vengan ahora con el crecimiento personal, el amor filiar y la mar en coche, de eso hablemos otro día. Hoy centrémonos en lo material, aunque suene fulero.
¿Cual es tu aspiración para decir que triunfaste en esta vida? ¿Conocer Marruecos? ¿Manejar un Mercedes? Son sueños, pero sueños que pueden llegar a ser realidad, no jodamos, si nos rompemos el tujes no son tan imposibles para muchos de esta franja etaria.
Pero... ¿Y los demás? ¿Los que saben que un Mercedes es totalmente inalcanzable? ¿que lo más cerca de Marruecos que van a estar es cruzar frente a una agencia de turismo de avenida de Mayo? ¿Dónde depositan sus aspiraciones de éxito? ¿Cuales son sus metas alcanzables? Ahí quería llegar, uno necesita autoimponerse objetivos medianamente asequibles, y si Marruecos está lejos será Santa Teresita y si un Mercedes es inabarcable, será entonces... Sí, señor, un celular. O un equipo de música con luces de colores. No ya una casa propia, no ya unas vacaciones en el viejo mundo, sino cosas mucho más manejables, mucho más posibles, mucho más reales.
Y entonces Pablo, con su madre enferma, con su hogar humilde y con su bicicleta gastada, es feliz con su celular, hoy logró algo de su vida.
Así estamos.
Mal.