miércoles, octubre 25, 2006

Cuando nos vamos quedando sin fichas



Viendo que por un lado me animaron a hacer catarsis en este sitio y que oportunamente todos comenzaron a hablar sobre las lágrimas masculinas, me permito escribir estas palabras.
Debo decir que no son del todo originales, ya que semanalmente yo escribo una columna en el diario de mi ciudad, desde la pluma de un seudónimo, las cuales fueron acicaladas para traérselas a ustedes ahora.
El lunes partió uno de mis amigos, un gran amigo, Tom...

Como dice otro amigo, todo a veces pasa por el tipo de invitaciones que recibimos.
En algún momento, nos acostumbramos a que nos inviten a las fiestitas de cumpleaños, y aprendemos el ritual de ir a comprar el regalo, soplar las velitas, potrear un rato e irnos pidiendo la bolsita sorpresa. Más tarde, la vida nos enseña que las chicas son mujeres y cada tanto nos invitan a cumpleaños de quince, donde aprendemos otros rituales, ya estos bañados de cierto romanticismo y hormonas, mezcla explosiva que a más de uno dejó marcado de por vida.
Y justamente esas marcas son las que nos impulsan a la siguiente etapa, que es cuando nos habituamos a las invitaciones a otro tipo de celebraciones, las que incluyen compromisos, alianzas, vestidos blancos y disfraces de pingüino…
Así llegamos a un momento de nuestro discurrir que podemos olvidar el calendario y sólo regirnos por las invitaciones a los casamientos. Invitaciones que nos brindarán infinitas oportunidades de jolgorio, festeje y cachondeo, pero que también minarán peligrosamente nuestra economía, porque la habilitación en cartulina lacrada siempre viene acompañada de una lista de regalos.
Podríamos hasta administrar los eventos de nuestra vida y el paso inexorable de los años a través de qué tipo de invitación reposa en nuestros buzones.
Porque después de las bodas vienen los inefables nacimientos, con sus pañales, sonajeros, mamaderas y escarpines, y un poco más tarde, vuelta a los cumpleaños, pero ya mirando las jugueterías desde arriba del mostrador.
Y llegamos a este día, cuando a uno ya no lo invitan a los cumpleaños, las niñas de quince nos dicen señor y los divorcios reemplazaron a los casamientos; pero las invitaciones siguen llegando, ahora ya no al buzón de lata de la reja, sino a este buzón más impersonal y cibernético del celular. Y son invitaciones que uno realmente no quisiera tener, la invitación a velar a un amigo y después decirle un adiós mucho más definitivo del que uno nunca quisiera entonar.
Pero como dicen, son las reglas del juego, y el juego es uno sólo. Y a veces uno se olvida que hay casillas que no se deben pisar y también olvida que siempre hay una que no tiene un continuará.
...
Decir que lo mío no es fatalismo es saber que estoy mintiendo, pero despreocúpense, es el fatalismo que me permitiré en estos días. Un fatalismo de tratar de entender que las cosas se terminan y que hay que saberlas aprovechar cuando todavía nos quedan fichas en el tablero y turnos para tirar. Un fatalismo de aprender que cada día se juntarán más de estas invitaciones indeseadas y saber que deberemos asistir, hasta que tengamos sólo una más para lamentar. Por eso tenemos que buscar las oportunidades que nos quedan entre tarde y tarde para hacer las paces con nosotros y con los otros, mojarnos los pies en el agua fría y animarnos a caminar descalzos por la playa. Es un fatalismo sano, un fatalismo de aprendizaje y que lentamente se va a transformar en crecimiento, como siempre, como cada día.
Por eso hoy me permito ser un poco fatalista, porque lo extraño a Tom, pero mañana en la noche seguro estaré brindando por su recuerdo, que como las bolsitas que me daban cuando me iba de los cumpleaños, voy a llevar toda la tarde pegado al alma como el mejor de los tesoros.

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9 Comentarios:

Blogger Fender dijo...

Que pena, Bruche querido.
Un brindis por Tom: lo importante no es lo que nos llevamos, sino lo que dejamos en los demás. Así que parece haber dejado bastante en Usted.

(Respetando su dolor, demoré el posteo de la tontera que justo estaba publicando al mismo tiempo.)

12:46 p. m.  
Blogger Javier Arias dijo...

Lo vi Fender, y se agradece.

12:51 p. m.  
Blogger Oenezeta dijo...

No se que decir, soy bastante malo para estas cosas, y en general siempre creo que cualquier cosa que diga no va a ayudar en nada, pero aun asi se lo digo: Fuerza Bruche!

Me gustaron mucho sus palabras.

1:23 p. m.  
Blogger Fender dijo...

No me di cuenta de que tambien compartía esta etapa -la de los velorios- porque tuve la mala experiencia de perder un amigo en la infancia, dos en la juventud y varios de grande.
Salvo Mauro, mi vecino y amigo de la infancia, que murio de cáncer, el resto fue todo fatalidad (drogas, HIV, o accidentes).
¿Será por eso que ya no voy a los velorios?

2:04 p. m.  
Blogger Ana3086 dijo...

Bruche: Es muy triste sentir la desaparición física de alguien querido; en una oportunidad le comenté a la zorrita con respecto a las pérdidas que, todavía no viví ninguna fuerte, pero estoy segura que se debe ir un poquito del alma con ese ser querido. Uno empieza a reflexionar en estos momentos acerca de la vida, y de como deberíamos tomarla no? Entonces creo que eso tendría que primar, como las hermosas y sentidas palabras volcadas para alguien que para uno "significa mucho". En presente.
Un abrazo grande y que ese ser siempre quede, como dice usted, guardado como un tesoro.

3:40 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

No se que escribir.
Despues de leerte ya no tengo palabras.
Un abrazo y un beso gigante Bruche.


Disculpe, en serio no se que escribirle.

8:43 p. m.  
Blogger Naty dijo...

Lo siento mucho, Bruche... las palabras sobran, me parece.

Besotes

7:58 p. m.  
Blogger GuilleX dijo...

Disculpe por no haber aparecido antes...

Mis más sinceras condolencias Bruche... todavía no se cómo se siente lo que usted... en carne viva... pero asumo que algún día lo haré y me encontraré en la misma situacion que ustéd...

Es por eso que... un abrazo desde Sunchales

9:30 p. m.  
Blogger María dijo...

En mi blog ando también de pérdida en pérdida. Pero el amor salva...

11:42 p. m.  

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