Un hacker por allí, por favor!

Una habitación oscura. Es de noche. Una silueta frente al televisor observa a un oriental gordo intentando preparar una Lasaña con bicarbonato, morcilla vasca, harina de trigo, hojas de bambú y una variedad de especias indescriptibles y, aparentemente, suculentas.

La silueta amaga un zapping, pero se contiene a mitad de camino. Mira su computador. Las manos le tiemblan. Mira su teclado. Tiempo. Mira hacia su zona púbica y piensa “Me falta murra”.

La silueta se queda quieta, inmóvil, mira de reojo su monitor. Transpira y se sirve otro vaso de Montchenot tinto. Con dificultad (Ya bebió mucho Montchenot) se incorpora y se dirige hasta la mesa de su computadora. Abre el Internet Explorer, “Odio el Firefox”, piensa. En la barra de direcciones escribe “blogger.com”. Espera.

“¡Maldita conexión!” grita luego de varios minutos de espera. Solo el hecho de saber que puede escribir una web sin poner “www” lo alegra un poco. Varios minutos después la página está completamente cargada.

La silueta oscura sorbe de un trago el Montchenot restante que quedaba en su vaso plástico de McDonalds. Vuelve a llenarlo. Esta temblando como un celular con poca batería. Gotas frías de sudor recorren los surcos de su cara, espalda y otros poco un mas desagradables. Con esfuerzo dirige el puntero del Mouse hacia el casillero de texto que reza “Username”. Escribe. Ahora tiembla mas que nunca. Vuelve a beberse el Montchenot de su vaso y repite el acto de llenarlo hasta el tope. Lentamente su expresión se transforma en la de Robert De Niro en la película “Flawless” con pizcas de la de Daniel Day Lewis en “My Left Foot” y algún que otro toque de Mr. T en “Rocky III”.

La silueta se encuentra paralizada, con la vista fija en el cuadro “password”. Luego de 2 o 3 minutos de tensión incontenible es vencida por los nervios. Arroja su vaso plástico lleno de Montchenot a la chimenea, produciendo una dramática explosión, y se incorpora al grito de “¡Cuál! ¡Cuál era mi contraseña, Dios, CUAL! ¡¡¡CUUAAAAL!!!”.

La silueta queda vencida, resignada, con una postura como la de los monstruos en la película “La gente de atrás de las paredes” o de Russel Crowe en los momentos mas tensos de “Una mente brillante”.

La cámara se aleja lentamente, abandonando una vez mas al hombre perdido en los laberintos de la mala memoria generada por el exceso de “Páprika” y otros especias desconocidas e ilegales.

Mientras, se escucha el eterno coro de muchachos de la esquina que canta noche tras noche y sin cesar:

¡Marcelo no te vayas

Marcelo, vení

Vení con los muchachos

Te vas a divertir!

Por Paco (haciendo méritos para ganarse las charreteras...)