martes, julio 24, 2007

El salto obligado

Estas letritas tienen un no sé qué que nos hace invulnerables.
La magia de encontrarnos en este coso es invalorable.
Pero se llega a un punto que es necesario dar ese paso hacia la realidad.
Lo dificil es mantener esa magia conociendo los trucos.
Me encantó la frescura de Paco al descubrir el "secreto", me reí como un niño con Naty y Feehitoo escribiéndonos mensajes para preparar la mascarada, disfruté con Cassandra y con Fender y su reacción otheliana. Lamento que algunos no hayan podido participar de esa desconstrución ilusionista, unos por falta de colectivo y otros por falta de ganas de jugar.
Ahora es tiempo de presenciar el próximo acto, expectantes a la sierra del mago y las piernas de su asistente.

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martes, julio 10, 2007

Reunión Anual Salieri - Segunda Parte

Entrando por un puerta a la izquierda aparecieron Naty y María. Intentaron saludar, pero al verme se tentaron y estallaron en carcajadas. Sus risas me cayeron en el escroto. Estas se iban a enterar, como dicen los gallegos.
"Hola, gente", dijo María, intentando ponerse seria. Dirigiéndose al Bruche: "Llamaron los enanos y pidieron un extra para el Viagra. Me pareció bien, porque algunos van a estar al pedo esta noche, y faltan hombres". Me miró de soslayo.
Ignorando la ironía, me levanté del incómodo sillón de diseño europeo.
"Me voy a dar una ducha caliente y a cambiar de ropa. ¿Me pueden decir dónd..."
Bruche me interrumpió con otra señal del habano, tocó un intercomunicador y aparecieron tres conejitas de Playboy, con algo así como una cofia de tocado y una "falda con delantal" que no era ninguna falda con delantal. Tenían las tetas al aire, como corresponde.
Suspiré.
"¿Estas seguro son licenciadas en Administración de Empresas, no?", pregunté con sorna.
"No, estas no. Estas son sexólogas, expertas en sexo tántrico, fellatios y en largos orgasmos. La rubia es dominatrix, a pedido"; hizo una nueva seña, señalándome con el habano una especie de Valquiria gigante, que subida a sus tacos medía casi un metro noventa, con fuertes brazos y que detentaba una sonrisa vítrea y la vista glacial de quien calcula cuan pocos latigazos irá a soportar uno.
Tragué saliva.
"Igual, todo el personal está avisado que estás en cuarentena, y tu edecán -señaló otra vez a la rubia- te va a tener controlado", dijo Bruche cuando salía detrás de mi edecán-carcelera, quien me hizo un ademán para que la siga. Me detuve para decir algo, pero desistí.
Escuché risas cuando creyeron que estaba lejos. Malditos.
La rubia caminaba delante mío. Tenía unas curvas que sacaban el aliento, y empezaba a pensar que unos latigazos no me iban a venir mal. Cuando llegamos a la puerta, Helga se paró firme, la misma sonrisa helada, los pechos enhiestos casi a la altura de mi cara. No pude tolerar la tentación: me tiré encima de ella. Bah, eso quise hacer, pero terminé besando la alfombra, con el brazo anudado a mi espalda en una extraña posición, como si tuviera una bisagra más (que de hecho, no tenía).
"¡Ouch!", me quejé despacito.
Helga soltó el brazo, me levantó de la solapa y me dijo "La próxima vez que intente tocar sin preguntar, se va a llevar una sorpresa. Sé hacer doler en lugares tan íntimos, que pensará que ser eunuco es bueno..."
Nunca dejó de sonreír, la muy turra.
Abrí la puerta, un tanto agitado y con el hombro dolorido.
Helga fue al baño, abrió la canilla de la bañera.
"¿Puedo desvestirlo, señor?", preguntó como si nada hubiera pasado, desde del baño, a través del vapor que ya se esparcía. Su voz hasta pareció dulce.
"No, no hace falta".
"Está bien. Esperaba que dijera eso", dijo con seriedad y dándome a entender que me hubiese ido mal si hacía otra cosa.
Entré al vapor del baño. La nívea piel de Helga se perlaba con gotitas de condensación. Giró y se puso de espaldas, agachada en una pose demasiado provocativa, buscando toallas. El hilo dental de su tanga era una estúpida excusa, nada más.
Hice un movimiento rápido, intentando tomarla de las ancas, fuera de mí -otra vez.
No sé que pasó. Sentí que mi cabeza golpeaba en el fondo de la bañera, casi llena. Intenté gritar de dolor cuando el brazo aparentemente inauguró un nuevo gozne, a instancias del giro contra natura que le proponía la rubia.
No pude gritar, porque me tragué la bañera entera. Lo siguiente que recuerdo es oscuridad.
Me dí cuenta que tenía los ojos cerrados e intenté abrirlos. Dos pechos enormes saludaban, mientras una boca carnosa se cerraba sobre la mía. La rubia estaba haciendome respiración boca a boca, y había perdido el sentido.
Aún no lo había recuperado del todo porque intenté tocar un pecho.
Con una rapidez inhumana Helga me tomó de la muñeca, se separó de mi y me volvió a torcer el brazo. Habría que explicarle que, movidas en ciertos ángulos, las articulaciones duelen. Y que hacerlo varias veces lo hace mucho más doloroso, cada vez.
No, ella lo sabía. Maldita rubia. Encima sonreía.
Se fue dejándome tirado en el piso, escupiendo el agua tragada sin más consideración.
Desde la puerta dijo "A las ocho de la noche lo espera Herr Bruche en su oficina. Esté listo".
Me recuperé. El brazo me dolía desde la clavícula hasta la falange final del dedo corazón.
Suspiré. Maldita sea, pensé, habrá que quedarse en el molde.
Cuando terminé el baño de inmersión, encontré sobre la cama mi disfraz. Una sotana.
"Je, que ocurrente y original".
Miré la hora. Las cinco. Faltaba un rato para mi cita con "Herr" Bruche, así que me dispuse a recorrer nuestra mansión.

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domingo, julio 08, 2007

Bueno.... a ver si nos ponemos las pilas eh!

Estimados co-salieris: En una semanita más esta sureña va a estar unos días en Baires, del domingo 15 al viernes 20 por la mañana. ¿Habrá posibilidades más o menos serias de que nos organicemos y nos veamos? Deeeeeeeeeennle, díganmeNNN que sí. La idea del Tigre está buena, pero me suena más difícil, me conformo con un almuerzo/cena por donde le quede cómodo a la mayoría ¿cuántos del interior se prenden?.