viernes, mayo 23, 2008

En tus sueños, ilusa!

La cosa empezaba en un lugar que parecía el barrio de mi abuela, en Quilmes. Pero no en su casa. En unas de esas casas de barrio , con macetas con malvones en el patiecito de baldosas, y la tele encendida en la novela de la tarde, mientras se ensilla el mate por enésima vez.
Yo estaba ahí pero sin saber muy bien que hacía ( la realidad y el sueño se parecen mucho). De a poco, y por los comentarios que hacían las 6 0 7 personas que me rodeaban ( perfectos desconocidos) me enteraba que esa era la casa de una tía de Lacanna, y lo tenían guardado al Marce, para que la prensa no lo ubicara.
Hacía tiempo que venía huyendo del acoso de los fans y de los editores que le rogaban que publicara sus memorias.
Yo pasaba mates y el plato con buñuelitos de acá para allá en la mesa, y trataba de pispear en que rincón de la casa estaba escondido el dueño de los corazones criollos.
Después venía algo que no recuerdo bien. Como un festejo por haberle pegado al numero de la quiniela ( alguien festejaba algo mirando la tele) o un gol en el último minuto.
La cuestión es que de una puerta asomaba Marcelo, y una señora de ruleros, un pelado bigotudo y un adolescente flacucho lo abrazaban y no lo podía ver bien. Después se escabullía rápidamente al interior y lo perdía de vista.
Entonces, planificaba verlo desde el edificio de enfrente ( sí, ya se que dije que era una casa, pero en los sueños los cambios arquitectónicos son arbitrarios)
Salía de ahí, cruzaba la calle, subía muchas escaleras, y desde un living que me resultaba bastante familiar ( y al que me metía sin pedir permiso), miraba la ventana de enfrente.
Y allí estaba Marcelo. Con sus anteojitos y su remera negra, sentado en un escritorio frente a ..una máquina de escribir Remington!!. Las paredes de su depto estaban repletas de libros y había un poster de Brigada A ( que alguien me explique eso, por favor!!!)
De repente, un estallido. Miro hacia abajo, y en el espacio que separaba ambos edificios - un bello prado de verde cesped ( aguante el hiperbaton, caracho!)- un equipo de swat perseguía a los tiros a un par de tipos. Y a uno lo bajaban de un balazo.
Bajo corriendo, y en el revuelo de gente, me meto en el edificio que sería el de Marcelo. Y adentro, me doy cuenta de que estoy en el patio interno de mi escuela. (un estilo panóptico de Foucault, con mucho eco)
Subo el primer tramo de escaleras y me percato que llevo puesto mi guardapolvos del secudandario, cortito y gastado. Y claro, estoy, en la escuela, pienso. Es lógico. Pero lo de la peluca no me lo puedo explicar del todo, hasta que llego al entrepiso. Y en donde debería estar el laboratorio, está la sala de ensayo de teatro. Ahí todo cierra.
Llego tarde a clases!, me digo. Entro al aula, y está Cristina Banegas diciendolé a Diego Capusotto que se saque las zapatillas, que así no se puede trabajar. Diego protesta. Dice que tiene olor a pata. Entonces Cristina lo disculpa, y me dice que lo acompañe al vestuario, para que se cambie las medias.
Salimos con Diego y su novia, una flaca que se parece demasiado a una amiga mía.
Subimos al último piso, y mientas nos acercamos al lugar que, geograficamente, debería pertenecer al departamento de Lacanna, el corazón me late rapidito.
Le cuento a Diego ( que también usa guardapolvo, como yo) de mi admiración por Marce y me dice que nos escapemos de clase, que nos hagamos la rata en la terraza, y que pensemos un plan para ver a Lacanna que no sea tocar timbre y salir corriendo ( el depto de Lacanna está ubicado en lo que eran las aulas de 3ro 1era y 5to físico/matemático, con persianas negras, of course, y un portero eléctrico en la puerta, que tiene cámara de seguridad. Por eso cuando pasamos por ahí, no miro, por si me conoce y me acusa de acoso)
Salimos a la terraza, y el paisaje cambia. Tiene chimeneas gaudianas, un jardín de césped en desniveles, como lomas, y unas torres casi hundertwassianas. A lo lejos, se ven las montañas, un río y el mar. Corre una brisa primaveral. Hay flores en el piso, y hasta se ven mariposas, cosa que detesto, pero perdono.
Nos sentamos en el pasto a tomar mate y, a pesar del paisaje, siempre tengo un ojo bichando la puerta de Marcelo, que está, sospechosamente, llena de gente. Mucho adolescente suelto vestido de negro ... Eso no me gusta nada. Sobre todo, cuando de repente, asoma su bello rostro, y saluda muy efusivamente a una pendej...perdón, a una joven alumnilla del establecimiento educativo que posee un look demasiado metalero para mi gusto.
De repente, se acercan a la puerta de la terraza. Me hago la boluda ( sí, más todavía) y lo veo pasar.
Veo que, además de su remera negra, tiene una especie de saco/sobretodo negro, hasta las rodillas, no usa anteojos y usa un aro en su oreja derecha. Un aro colgante, esmaltado en rojo y azul y con una forma particular. Sí! es la guitarra de doble diapasón de Richie Sambora! en su oreja!!
Se sientan en el pasto, cerca nuestro ( Marcelo, el profeta, y sus seguidores, adolescentes granulientos. Entre ellos, la pendeja esa)
Diego me guiña un ojo, se levanta de donde está, y se va a sentar entre el grupete feliz, y cada vez que Marcelo lo mira, le hace caras capusottescas, y Lacanna se asusta.
Y entonces, gira su carucha hermosa y me mira. Me mira con asombro.Abre esos ojazos negros y me radiografía hasta el apellido.
Y claro, no puedo dejar de mirarlo yo tampoco. Me levanto, señalandoló con un dedo, diciéndole: vos...vos.., sí, vos. Y me río. Y él se ríe, y también me señala. Y nos encontramos en un abrazo de amigos de toda la vida.
Lo demás casi no importa... La charla de las hemorroides con Capusotto, la ferretería que aparece mágicamente enfrente de la escuela, adonde decimos de ir a comprar una palangana, la oferta de tomar una clase de danza contemporánea todos juntos.... y el despertar terrible en mi habitación a las 8 de la mañana, con la cara de Naty del otro lado de la mesa de luz que, muy dormida, me dice: ¿por qué sonreís así?

miércoles, mayo 07, 2008

Calculemos que a Paco lo vi solamente dos veces: uno en pijama y otro, sentado.



Y me lo confundí, numá, con uno en la Feria del Libro. En realidad, era Paco... pero para no faltar a la verdad, era medio Paco. Con suerte, le llegaba al ombligo (a él, al verdadero Paco).

Pero yo creía que era, así que, apenas empezó a intentar huir de mi -producto de una insistente mirada clavada en su nuca-, lo seguí por todo el pabellón azul.

Al grito de "Perá, Paco ¡¡¡SOY NATYYYYYYY!" intentaba que el flaco parara, pero el pibe aceleraba y me obligaba acelerar, lo que no es bueno. Cuando lo agarré, empecé la perorata veloz que me permitía el ataque cardiopático que estaba por tener: "Pero que te haces el que no me conocés??? Dale, no seas huevón, nene. Soy Naty!!" y el pibe, ahí nomás me contesta "Pero yo no soy Paco".

Volví a mi stand un poquito colorada... pero al toque pasó un gordito parecido al Francis 4 Copula y lo empecé a seguir para ver si me animaba a pedirle un utógrafo.




Les dejo fotos de mis animalejos:


Esa es Kiri Te Kanawa (si, ya sé... es el nombre propuesto a Lacanna. No tengo imaginación, viejo!), vista desde arriba. El tema es que la gatita tiene conciencia social y quiere engordar lo suficiente para darle de comer a África y América al mismo tiempo. Cuando llegue a ocupar todo el almohadón, empiezo con el asado popular.

Este es Haru, el perro con nombre puto. Significa Primavera en japonés. Ahí está ejerciendo su profesión: la depresión.

Me cansé, salú.

Naty