¿Por qué mienten las mujeres?
Sabemos que este coso es un coso pa´grandes. Pocas veces medimos nuestro lenguaje y muchas menos andamos cuidándonos de no agregar guarangadas a nuestros comentarios.
De todas formas es bueno destacar que este post en particular es expresamente prohibido para menores. Si usted, lector, es menor o su educación religiosa puede llegar a ser herida por ciertos improperios indecorosos y alejados de una moral occidental y cristiana, le solicito que no apriete el botoncito de abajo.
En caso contrario, si usted ya es mayorcito y se aguanta las barbaridades, métale pa´adelante.
¿Cuántas de ustedes alguna vez dieron un número de teléfono falso? Están en una disco, todo bien con el morochito de remera naranja, pero pasa una hora, pasan dos, y a la tercera ya comienza a ponerse pesado. Al despedirse, el pendejo les pregunta: "¿te puedo llamar?" y ustedes al vuelo le dicen: "Por supuesto, mi celular ers 15..." y ahí nomás le agregan una secuencia lógica y aleatoria de cuantas cifras se necesiten para conformar un número celular creible.
Y se van, lo más tranquilas, con una conciencia rechinante de limpia y con el firme propósito de no volver nunca más a verle la cara al zanguango. Y seguramente al otro día desayunarán lo más orondas, cumpliendo esa premisa en forma rotunda. Pero...
Cada acción tiene su reacción, como decía mi profesor de física mientras le revoleaba un tizazo a alguno que estuviera hablando en su clase. Ese zanguango nunca supo que ese número era cualquiera, y a la tarde siguiente va y le escribe un mensajito, tan de moda por estos días.
Un mensajito que yo, terrible grandulón, con los huevos peludos y por el piso, recibiré en medio del almuerzo familiar y frente a toda la familia.
Suena la campanita característica del correo.
Hija preadolescente: -Papá, te llegó un mensajito.
Yo: - ¿Quién mierda me escribe un domingo a esta hora?
Hija preadolescente: -¡Papá! No se dicen malas palabras...
Yo: Me cache en la revolución educacional...
Agarro el aparatejo y leo: "hola m gustarí cogert toda"
Por un lado agradezco esa última "a" que me liberará de toda posible suspicacia de infidelidad marital y por otro puteo bajito por la manía de andar resumiendo las palabras como si una letra fuera a hacernos peligrar el presupuesto mensual.
Hija preadolescente: -¿Quién era papá?
Yo: -Un estúpido equivocado.
Hija preadolescente: -¡Papá!
Yo: -Ufa, está bien, alguien que se equivocó de teléfono, nena.
Hasta ahí ni bola, y después de contarle entre líneas a la bruja y al resto de la parentela de quién era realmente el mensaje, y para prevenir una seguidilla de proposiciones sexuales, voy y me gasto unos centavos en una rápida respuesta: "Tendrías que apretar bien los botones cuando mandes estas boludeces".
La respuesta no se hace esperar y trae cierta tranquilidad al almuerzo: "ui disculpá".
¿Les conté alguna vez que me ponen los nervios de punta los errores ortográficos? Bueno, esta pequeña muestra sólo iba a ser la antesala de una seguidilla de aberraciones al idioma, me cago en todas las profesoras de lengua que tuvo este energúmeno.
Hija preadolescente: -Papá, te llegó otro mensaje. ¿Se habrán equivocado de nuevo?
Yo: -Puede ser -y a mi jermu que me miraba interrogativamente- Ya está, no joroba más.
¿Cuánto se puede equivocar uno cuando valora la psiquis de un jovencito alzado? Mucho, uno se puede equivocar mucho.
A los dos minutos: "te animas echar 1 buen polbo o not la aguantas?"
No sólo escribió polvo con b larga sino que es un infradotado que no entiende indirectas.
Ya a esa altura toda la familia había abandonado los fideos enfriándose en los platos y reclamaban leer en conjunto los mensajes.
Hija preadolescente: -¿Se siguen equivocando, papá?
Yo: -Sí, se siguen equivocando. ¡Y vos, papá, dejá de leer sobre mi hombro!
Mi viejo: ¿No será que te están haciendo una joda?
La bruja: No le respondás que es peor...
Mi vieja: ¿Qué pasa?
Me levanto de la mesa, les pido a todos que vuelvan a comer y me dejen un segundo en paz y le escribo otro mensaje, un poco menos calmo que el anterior: "Decime, vos sos boludo o te hacés? Tengo 40 años y 30 cm de poronga para que te dejes de joder". ¿Diganme si no fue fino?
Con esto o me deja de romper las bolas o vamos directo a las trompadas pensé...
¿Les dije que no la tengo muy clara con estos púberes murreros? La respuesta me descolocó y confirmó que la leche acumulada puede congestionar seriamente las interconexiones neuronales: "jaja chau adri".
Hija preadolescente: -Papá, tenés otro mensaje...
Yo: -¡Cortala! ¿Qué pasa? ¿Te levantaste con vocación de ringtone vos? Tengo el puto celular en la mano y sé cuando está sonando.
Hija preadolescente: -¡Papá!
La bruja: -¡Que boquita!
Yo: -Bueno, bueno, perdonen, ya está, acaba de saludar... No va escribir más.
Termina el almuerzo, todos a dormir una reparadora siesta, después convenzo a mi viejo para ir a ver al Brown que se jugaba la punta con Arroyo Seco. Salimos para la cancha, estamos entrando y... Sí, vuelve a sonar el celular.
Mi viejo: -¿Otra vez equivocado?
Yo: -No, papá, parece que el equivocado soy yo...
En la pantalla del maldito Nokia titilaba: "i te arrugaste??"
Moraleja de la historia:
Niñas, por favor, antes de darle cualquier número al plomo del boliche, traten de investigar y darles el número de Alberto Fernández, así por lo menos, le rompen las bolas a alguien que se lo merece.
Niños, cuando intenten cogerse a una minita, tengan la decencia de escribir en castellano, porque ¿quién se puede murrear a alguien que dice polbo en vez de polvo?
De todas formas es bueno destacar que este post en particular es expresamente prohibido para menores. Si usted, lector, es menor o su educación religiosa puede llegar a ser herida por ciertos improperios indecorosos y alejados de una moral occidental y cristiana, le solicito que no apriete el botoncito de abajo.
En caso contrario, si usted ya es mayorcito y se aguanta las barbaridades, métale pa´adelante.
¿Cuántas de ustedes alguna vez dieron un número de teléfono falso? Están en una disco, todo bien con el morochito de remera naranja, pero pasa una hora, pasan dos, y a la tercera ya comienza a ponerse pesado. Al despedirse, el pendejo les pregunta: "¿te puedo llamar?" y ustedes al vuelo le dicen: "Por supuesto, mi celular ers 15..." y ahí nomás le agregan una secuencia lógica y aleatoria de cuantas cifras se necesiten para conformar un número celular creible.
Y se van, lo más tranquilas, con una conciencia rechinante de limpia y con el firme propósito de no volver nunca más a verle la cara al zanguango. Y seguramente al otro día desayunarán lo más orondas, cumpliendo esa premisa en forma rotunda. Pero...
Cada acción tiene su reacción, como decía mi profesor de física mientras le revoleaba un tizazo a alguno que estuviera hablando en su clase. Ese zanguango nunca supo que ese número era cualquiera, y a la tarde siguiente va y le escribe un mensajito, tan de moda por estos días.
Un mensajito que yo, terrible grandulón, con los huevos peludos y por el piso, recibiré en medio del almuerzo familiar y frente a toda la familia.
Suena la campanita característica del correo.
Hija preadolescente: -Papá, te llegó un mensajito.
Yo: - ¿Quién mierda me escribe un domingo a esta hora?
Hija preadolescente: -¡Papá! No se dicen malas palabras...
Yo: Me cache en la revolución educacional...
Agarro el aparatejo y leo: "hola m gustarí cogert toda"
Por un lado agradezco esa última "a" que me liberará de toda posible suspicacia de infidelidad marital y por otro puteo bajito por la manía de andar resumiendo las palabras como si una letra fuera a hacernos peligrar el presupuesto mensual.
Hija preadolescente: -¿Quién era papá?
Yo: -Un estúpido equivocado.
Hija preadolescente: -¡Papá!
Yo: -Ufa, está bien, alguien que se equivocó de teléfono, nena.
Hasta ahí ni bola, y después de contarle entre líneas a la bruja y al resto de la parentela de quién era realmente el mensaje, y para prevenir una seguidilla de proposiciones sexuales, voy y me gasto unos centavos en una rápida respuesta: "Tendrías que apretar bien los botones cuando mandes estas boludeces".
La respuesta no se hace esperar y trae cierta tranquilidad al almuerzo: "ui disculpá".
¿Les conté alguna vez que me ponen los nervios de punta los errores ortográficos? Bueno, esta pequeña muestra sólo iba a ser la antesala de una seguidilla de aberraciones al idioma, me cago en todas las profesoras de lengua que tuvo este energúmeno.
Hija preadolescente: -Papá, te llegó otro mensaje. ¿Se habrán equivocado de nuevo?
Yo: -Puede ser -y a mi jermu que me miraba interrogativamente- Ya está, no joroba más.
¿Cuánto se puede equivocar uno cuando valora la psiquis de un jovencito alzado? Mucho, uno se puede equivocar mucho.
A los dos minutos: "te animas echar 1 buen polbo o not la aguantas?"
No sólo escribió polvo con b larga sino que es un infradotado que no entiende indirectas.
Ya a esa altura toda la familia había abandonado los fideos enfriándose en los platos y reclamaban leer en conjunto los mensajes.
Hija preadolescente: -¿Se siguen equivocando, papá?
Yo: -Sí, se siguen equivocando. ¡Y vos, papá, dejá de leer sobre mi hombro!
Mi viejo: ¿No será que te están haciendo una joda?
La bruja: No le respondás que es peor...
Mi vieja: ¿Qué pasa?
Me levanto de la mesa, les pido a todos que vuelvan a comer y me dejen un segundo en paz y le escribo otro mensaje, un poco menos calmo que el anterior: "Decime, vos sos boludo o te hacés? Tengo 40 años y 30 cm de poronga para que te dejes de joder". ¿Diganme si no fue fino?
Con esto o me deja de romper las bolas o vamos directo a las trompadas pensé...
¿Les dije que no la tengo muy clara con estos púberes murreros? La respuesta me descolocó y confirmó que la leche acumulada puede congestionar seriamente las interconexiones neuronales: "jaja chau adri".
Hija preadolescente: -Papá, tenés otro mensaje...
Yo: -¡Cortala! ¿Qué pasa? ¿Te levantaste con vocación de ringtone vos? Tengo el puto celular en la mano y sé cuando está sonando.
Hija preadolescente: -¡Papá!
La bruja: -¡Que boquita!
Yo: -Bueno, bueno, perdonen, ya está, acaba de saludar... No va escribir más.
Termina el almuerzo, todos a dormir una reparadora siesta, después convenzo a mi viejo para ir a ver al Brown que se jugaba la punta con Arroyo Seco. Salimos para la cancha, estamos entrando y... Sí, vuelve a sonar el celular.
Mi viejo: -¿Otra vez equivocado?
Yo: -No, papá, parece que el equivocado soy yo...
En la pantalla del maldito Nokia titilaba: "i te arrugaste??"
Moraleja de la historia:
Niñas, por favor, antes de darle cualquier número al plomo del boliche, traten de investigar y darles el número de Alberto Fernández, así por lo menos, le rompen las bolas a alguien que se lo merece.
Niños, cuando intenten cogerse a una minita, tengan la decencia de escribir en castellano, porque ¿quién se puede murrear a alguien que dice polbo en vez de polvo?
Etiquetas: Personales