jueves, noviembre 20, 2008

¿Te cuento un cuento?

Imaginemos por un momento que uno trabaja en un lugar muy bonito y agradable. Imaginemos que en ese lugar bonito y agradable se organizan reuniones, congresos y jornadas. E imaginemos también que uno es el encargado de coordinar esas reuniones, esos congresos y esas jornadas.
Esforcemos un poco más la mollera e imaginemos que cierto día nos llaman de la Oficina Anticorrupción y uno casi se pone de pie para hablar por teléfono. Qué tanto, son los sabuesos del Estado, son los incorruptibles del Poder, son los guardianes de la moral del Gobierno. Uno, mientras escucha, piensa en grandes trabajos como Skanska, Aerolíneas, Enargas y unos cuantos casos más. Imaginemos que el Gran Jefe de los paladines de la ética ciudadana nos confirma que se reunirán todos, toditos, en este lugar tan bonito y agradable y nos pide que implementemos los mecanismos necesarios para que esas mentes pleclaras puedan dialogar, reflexionar, trabajar y planificar por un país mejor y un futuro más saludable para nuestros hijos.
Uno, que es eficiente y para eso le pagan, va y justamente implementa esos mismos mecanismos y los recibe el esperado día con una sonrisa, sin poder ocultar cierto gesto de admiración.
Ahora imaginemos que, como todo ser humano, esta buena gente necesita incorporar proteínas para seguir desarrollando su magna tarea de impartir justicia y transparencia en la función pública. Por ello, promediando el mediodía parten raudos hacia algún restaurante de la zona, dejando expresas indicaciones de regresar por la tarde.
Ahora bien, sigamos un poco con este ejercicio de la imaginación, hagamos una rápida elipsis de tiempo y situémosnos aproximádamente a una hora y pico pasada la cita señalada. Nadie. No volvió nadie. El lugar está silencioso. Las paredes, mudos testigos de nuestra preocupación, parecen comprimir nuestro pecho y nuestro espíritu. Imaginemos que tomamos el teléfono y con cierto temblor presionamos los números del Fiscal, nuestro referente legal, esa brújula de rectitud moral, el pope de los intocables... Temiendo lo peor escuchamos como repica el llamado del otro lado de la línea, los sonidos se repiten acompasados, rítmicamente premonitorios... No atiende... Imaginemos que, aunque ya creamos que es inutil, y antes de comunicarnos con hospitales, comisarías y oficinas de defensa civil, volvemos a marcar el mismo número...
Y atiende...
El muy hijo de puta atiende, no sólo atiende, sino que lo despertamos. Y nos pide que demoremos un poco la merienda preparada, que después de almorzar les dio sueñito y se fueron a dormir todos a sus hoteles, hoteles, por supuesto, pagados con nuestros aportes al erario público. Y que no nos preocupemos, que a pesar de esta demora, igual se van a retirar a la hora convenida, o sea, van a dormir mientras a nosotros igual nos van a abonar el alquiler de nuestras tan bonitas y agradables instalaciones.
Ahora imaginemos que todo esto nunca pasó, porque nuestros funcionarios son todos rectos y dignos de confianza, especialmente aquellos que velan por la buena práctica y la transparencia. Imaginemos que justamente hemos imaginado todo esto y vayamos a dormir una siesta, que al final de cuentas, lo cura todo, ¿no?

lunes, noviembre 17, 2008

El video triste de lunes

sábado, noviembre 08, 2008

Todo muy rico, pero...

A ver, ya reescribí como cuarenta veces este texto.
Y otras tantas lo borré a la mierda.

Me siento un "imberbe" saliendo de la plaza del 74 (para aquellas niñas y niños que no cazan la referencia histórica, sólo un par de palabras: ¡Agarrá los libros!).
Los Salieris surgieron de la necesidad de comunicarse, divertirse y jugar, pero si le metemos límites al juego y nos tenemos que circunscribir a las palabras emitidas en los cada vez más distantes post, el juego se hace bastante aburrido, aunque la sesera se esfuerce para encontrarle giros inteligentes a la misma idea.

O sea, parrafraseándolo, el que avisa no traiciona, no sé para cuánto nos queda por estos lados.


Aunque la idea de la clandestinidad tampoco es tan mala...